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Ser o no ser…esta es la elección.



 Las cosas son como son pero pueden ser de otra manera. Nada es necesaria y definitivamente como es y eso es lo bueno de la vida, que está en permanente construcción.

No siempre somos libres de poder elegir, hay circunstancias inesperadas e inexplicables que se nos estampan en la vida sin que las podamos predecir ni evitar, sin embargo sí somos responsables de elegir cómo atravesarlas. 

La vida prepara su momento para dar el zarpazo y ponernos a prueba. Es ahí donde encontramos la oportunidad de crecer o de hacer la de la avestruz y esconder la cabeza bajo tierra. La opción es nuestra. 

Se puede negar lo evidente e ignorar lo obvio o apostar a descubrir los escondites de nuestra verdad. Se puede salir de la prisión de los miedos y permitirles libertad a los deseos o seguir encerrados en la cárcel del dolor. Se puede soltar amarras o quedarnos anclados en los males que nos hacen tanto mal.

Hay muchos modos de vivir, pero lo cierto es que también hay modos que no dejan vivir. Cada uno podrá optar, porque la vida es un asunto privado. 

No estamos en una carrera contra el reloj pero tampoco podemos olvidar que hay un tiempo que concluye, finaliza o prescribe, que los plazos se van acortando y que lo que parece tan lejano llega mucho más rápido de lo que uno cree, por lo que nos urge hacer las paces con los imposibles y poner los deseos a trabajar.

Los años vividos facilitan entrar en el tiempo más sabio, el tiempo de comprender que todo no se puede o que algunas cosas siempre faltarán; es el tiempo de la madurez el que nos va otorgando los insumos necesarios para dejar de sufrir por cosas que ya no se pueden cambiar o para renunciar al ideal de felicidad y saber vivir con todos los problemas que la vida siempre plantea.


Tenemos que estar advertidos que en nuestro “caracú” hay una soledad que se quedará sola y que nos acompañará con su ronroneo desde el interior de nuestra carne y de nuestras almas. Sin embargo, podemos recurrir a alguna  reserva para sustituir, sublimar, cicatrizar y continuar el camino soportando lo enigmático de la existencia.

Nada es para siempre, nada es definitivamente así. Podemos cambiar nosotros, pueden cambiar los que amamos, puede cambiar el mundo, todo puede ser distinto, aunque algunas verdades permanecerán inalterables.

Cada uno de nosotros podemos llegar a ser lo que decidamos ser: los mismos, pero diferentes. La diferencia se sitúa en la elección que hagamos, ese íntimo momento donde no hay piso que sostenga ni techo que resguarde sino la desamparada libertad de haber elegido.